El primer laboratorio científico de la historia

Un mundo pleno de luz



El pasado día 22 de julio la NASA dio a conocer una fotografía de la Tierra tomada tres días antes desde Saturno por la sonda Cassini, que la agencia espacial estadounidense ha mantenido en órbita alrededor de este planeta desde el año 2004. Dicha fotografía, en la que se ven de manera espectacular en un primer plano los anillos de Saturno, muestra a la Tierra apenas como un punto luminoso de color azul pálido –si bien en una amplificación de la misma se pueden ver a nuestro planeta y a la Luna como dos objetos separados–. Esto era de esperarse, pues la fotografía fue tomada a una distancia de casi 1,500 millones de kilómetros, que es aproximadamente diez veces la distancia que separa a la Tierra del Sol.

Con el objeto de promover el interés en el espacio y lograr un mayor apoyo para sus proyectos, la NASA hizo una invitación al público en general por medio de su página de internet para decir “hola” a la cámara en el momento de tomar la fotografía a la que respondieron 20,000 personas. Como era de esperarse, a pesar de la numerosa participación nadie apareció en la toma saludando con la mano en alto. De hecho, basándose únicamente en dicha fotografía, un extraterrestre no hubiera podido descubrir que nuestro planeta está habitado.

Esto, en contraste, sería evidente a partir de una fotografía tomada a menor distancia: digamos desde una altura de cientos de kilómetros sobre la superficie terrestre, que es la altura a la que orbitan la mayor parte de los satélites artificiales. En efecto, una fotografía nocturna tomada desde esta distancia nos revelará que la superficie terrestre está salpicada de luces, que han aparecido en un periodo de apenas cien años, y que en algunas áreas estas luces son más brillantes que en otras que están en casi oscuridad.

En el sitio web de la NASA encontramos fotografías de la Tierra con la que podemos comprobar lo anterior. En ellas podemos ver que la intensidad de las luces está asociada con la densidad de población. Así, la brillantez es notablemente alta en los grandes centros urbanos estadounidenses y está casi ausente en lugares como la selva amazónica, el centro de Australia o el desierto del Sahara. Aprendemos, igualmente, que a los habitantes de la tierra les gusta establecerse en las costas, a juzgar por la mayor densidad de luz a lo largo de éstas.

No necesariamente, sin embargo, a una mayor densidad de población corresponde una mayor intensidad de luz, pues ésta también depende del grado de desarrollo económico del área considerada. Así, tenemos que las regiones con mayor profusión de luz corresponden a los territorios de los Estados Unidos, de Europa Occidental y de Japón. China y la India, que en conjunto comprenden un tercio de la población del mundo, aparecen relativamente menos iluminadas.

Como sabemos, la luz eléctrica es un invento relativamente reciente, que se desarrolló gradualmente en los Estados Unidos y Europa a lo largo del siglo XIX. En las últimas décadas de ese siglo, Thomas Alva Edison fabricó la primera lámpara eléctrica comercialmente exitosa y con esto se inició la era de la luz, hasta llegar a la época actual en la que existen áreas del mundo profusamente iluminadas y visibles desde el espacio.

La primera lámpara comercial desarrollada por Edison era del tipo incandescente y dependía de un filamento de carbón al cual se le hacía pasar una corriente eléctrica que elevaba considerablemente su temperatura. Como consecuencia del calentamiento, el filamento emitía luz, cuya tonalidad dependía de la temperatura alcanzada. Con el tiempo, el filamento de carbón fue reemplazado por un filamento de tungsteno, y es en esta forma que la lámpara incandescente ha llegado hasta nuestros días, como una de las fuentes más empleadas –si bien no la única– para producir luz eléctrica.

La lámpara incandescente, no obstante, es marcadamente ineficiente, pues solamente alrededor del 10% de la energía que consume es transformada en luz. Esta lámpara no es, pues, amigable con el medio ambiente y está siendo reemplazada por otras lámparas notablemente más eficientes. Una opción que resulta ser unas cuatro veces más eficiente es la de las lámparas a base de diodos emisores de luz, o LED´s, como comúnmente se les conoce. Estas lámparas son todavía relativamente caras pero, al ser eficientes, resistentes y durables, se presentan como la opción que prevalecerá en un futuro cercano.

Sin embargo, aun con las nuevas lámparas más eficientes, algunos consideran que el gasto energético en iluminación es excesivo en algunas regiones del mundo, dada la emergencia climática por la que atraviesa el planeta como consecuencia de la quema de combustibles fósiles. Con respecto a esto, hay que señalar que el sistema de iluminación del mundo consume un 19% de la energía eléctrica generada a nivel global.

Con estos números, no es sorprendente que las luces que artificialmente generamos sean visibles desde el espacio. Aunque afortunadamente no desde Saturno.

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