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Aunque válida para propósitos publicitarios, es una exageración, por supuesto, presentar al foco eléctrico como un rival del Sol. No obstante, en la noche, cuando el Sol se oculta, la luz eléctrica ciertamente tiene ventajas sobre un rival inexistente en esos momentos, con el resultado de que la lámpara incandescente ha cambiado de manera drástica nuestros hábitos nocturnos.
¿Cómo era la vida nocturna antes de la llegada de la luz eléctrica? Hay ciertamente actividades que no necesitan de iluminación para llevarse a cabo y para éstas la luz eléctrica no ha significado gran cosa. En otros casos –los más– la luz eléctrica es muy ventajosa, pues los niveles de iluminación que nos proporciona son muy superiores a aquellos que es posible obtener, por ejemplo, con velas de cera.
El director de cine Stanley Kubrick en su película Barry Lyndon de 1975 describe visualmente el ambiente de Inglaterra y Europa del siglo XVIII, incluyendo el ambiente de noche. Para esto grabó escenas nocturnas de interiores sin iluminación eléctrica, empleando solamente la luz proveniente de velas de cera. Incluye en la película escenas de interiores lujosos profusamente iluminados –en la medida de lo posible– por medio de candiles con numerosas fuentes de luz. Incluye también escenas escasamente iluminadas con algunas pocas velas. Aun en el primer caso, los niveles de iluminación resultan notoriamente inferiores a los que se acostumbran en la actualidad y en cierto modo resultan hasta tenebrosas.
El desarrollo de la luz eléctrica se atribuye a Thomas Alva Edison, quien inventó lámparas incandescentes que demostraron ser comercialmente viables. Edison igualmente estableció el modelo actual de generación de energía en instalaciones centrales y de distribución de la energía generada a los consumidores. En sus inicios el foco incandescente tuvo que competir con la iluminación por medio de gas. Sin embargo, las ventajas de la electricidad sobre el gas, que resulta peligroso como combustible, pronto hicieron que la lámpara incandescente ganara la carrera y se estableciera como el medio común de iluminación.
El foco incandescente con todas sus ventajas es, sin embargo, notablemente ineficiente para generar luz y el noventa por ciento de la energía que consume la convierte en calor. En sus inicios, en una época en la que los costos de los combustibles fósiles necesarios para generar energía eléctrica –en centrales termoeléctricas– eran bajos, las lámparas incandescentes no encontraron obstáculos para su desarrollo, aun con su marcada ineficiencia. En contraste, a partir de la crisis del petróleo en la década de los años setentas esta ineficiencia se convirtió en un parámetro a considerar, a tal grado que en la actualidad la lámpara incandescente tiene sus días contados.
En efecto, alrededor del mundo las lámparas incandescentes –en su versión original– están en proceso de desaparecer. En los Estados Unidos, a partir del próximo primero de enero no se podrán fabricar ni importar lámparas incandescentes de 60 y 40 watts y los establecimientos comerciales solamente podrán vender sus existencias hasta agotarlas. Una suerte similar la sufrieron en ese país a lo largo de los dos últimos años los focos de 75 y 100 watts.
En México desaparecieron del mercado en 2012 y 2013 las lámparas de 75 y 100 watts. Los focos de 60 y 40 watts habrían de desaparecer en nuestro país por norma oficial a partir del 1 de enero de 2014. La Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía, no obstante, ha retrasado la aplicación de la norma hasta el 1 de enero de 2015. Las lámparas incandescentes en nuestro país tendrán de este modo un año adicional de vida.
Más temprano que tarde, sin embargo, los focos incandescentes convencionales desaparecerán como fuentes de iluminación, excepto en algunas aplicaciones especiales. Cuando esto llegue se habrá ido una época, que duró más de un siglo, en la que las noches en nuestro planeta paulatinamente se fueron iluminando, hasta un grado tal que en la actualidad las luces nocturnas de la Tierra son visibles desde el espacio.
Irremediablemente desaparecerán las lámparas incandescentes originales más no así la iluminación nocturna, que provendrá en el futuro de lámparas más eficientes. Quizá incluso pudiera ser que un Stanley Kubrick del futuro consiga que un museo le facilite por unos días algunas lámparas incandescentes para filmar imágenes que describan visualmente cómo se vivía en las noches del siglo XX.
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