Hogar, dulce hogar

Historias insólitas



Si bien es cierto que el sentido de la vista nos proporciona una asombrosa cantidad de información acerca del mundo que nos rodea, también lo es que tiene sus limitaciones. Podemos, por ejemplo, percibir luz en una gama de colores que se extiende desde el rojo hasta el violeta, pasando por el anaranjado, el amarillo, el verde y el azul. No podemos, sin embargo, ver ni el infrarrojo ni el ultravioleta, que se encuentran más allá de los colores rojo y violeta, de manera respectiva. Igualmente, somos capaces de ver a simple vista una hormiga e incluso a una pulga, pero definitivamente no a un microbio, por no mencionar moléculas o átomos.

Lo que es válido para la vista lo es también para los otros sentidos: todos tienen una gran sensibilidad que, sin embargo, está al mismo tiempo severamente limitada. En este sentido, si dependiésemos solamente de nuestros sentidos el conocimiento que pudiéramos alcanzar del mundo físico y biológico sería sólo parcial.

Afortunadamente, hemos desarrollado instrumentos que nos han permitido observar al mundo más allá de nuestras limitaciones. Galileo Galilei, por ejemplo, empleando el telescopio pudo observar que alrededor del planeta Júpiter –que a simple vista se percibe sólo como una estrella brillante– orbitan cuatro lunas. Igualmente, el holandés Antonie van Leeuwenhoek descubrió, empleando microscopios de su manufactura, la existencia de organismos unicelulares invisibles a simple vista.

Empleando instrumentos científicos hemos averiguado una enorme cantidad de cosas acerca del mundo físico y biológico, desde la composición química de las estrellas hasta la estructura atómica del ADN, y del conocimiento científico alcanzado se ha derivado la tecnología moderna, que lo mismo nos ha dado medios para curar enfermedades que desarrollado una vasta red global de comunicaciones que ha cambiado nuestro estilo de vida. Podemos quizá decir que una medida de la capacidad científica y tecnológica de un país nos la da su capacidad de construcción de instrumentos.

En México, dada la poca importancia que se ha concedido históricamente a la ciencia, el desarrollo de instrumentos científicos ha sido igualmente limitado. Tenemos, no obstante, algunos ejemplos notables. Con relación a esto, y como parte de las actividades de la semana académica del Instituto de Investigación en Comunicación Óptica de la UASLP, se organizó en la semana que hoy termina una exposición que llevó por título “La instrumentación científica en la historia de la UASLP”, la cual buscó recrear tres épocas del desarrollo de instrumentos en la universidad potosina: el último cuarto del siglo XIX, el periodo que abarca de 1955 a 1966 y la época actual.

La primera época recreada se centra en Francisco Javier Estrada, nacido en 1838, quien si bien no tuvo una educación formal en física o ingeniería eléctrica, sí tuvo un fuerte interés en estos campos y se abocó al desarrollo de diversos instrumentos como responsable de la cátedra de Física del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí –antecesor inmediato la UASLP–. El nombramiento como catedrático le fue concedido a Estrada poco después de la reapertura del Instituto en 1867, una vez restaurada la República.

En un país que acababa de superar una invasión extranjera y que arrastraba más de medio siglo de inestabilidad política, Estrada debió tener dificultades considerables para salir adelante en su empeño como constructor de aparatos e instrumentos. Y a pesar de esto, tuvo un insólito desempeño, desarrollando diversos dispositivos notables para su tiempo. Entre éstos se cuentan, por mencionar sólo algunos, un teléfono para largas distancias, un fonógrafo y un sistema para la comunicación de un tren de ferrocarril en movimiento con las oficinas telegráficas. Cabe destacar que, con relación a este último invento, el presidente Porfirio Díaz concedió a Estrada en 1886 un privilegio exclusivo por diez años. Para poner este logro en contexto, hay que recordar que la primera trasmisión pública de telegrafía sin hilos fue realizada por Guglielmo Marconi en Londres, Inglaterra, hasta el 27 de julio de 1896.

Estrada se vio frenado en su actividad creativa no solamente por la situación general del país sino igualmente por cuestiones de salud, y al parecer también por problemas de índole política al interior del Instituto Científico y Literario. Así, en 1886 perdió su puesto como catedrático de Física; la razón: su imposibilidad física para asistir a impartir cátedra, debiendo los alumnos acudir a la casa de Estrada a recibir instrucción. El despido del profesor provocó el enojo de los estudiantes, quienes protestaron enérgicamente en una carta abierta dirigida al entonces gobernador del estado Carlos Diez Gutiérrez. La carta fue publicada en el periódico “El Estandarte”, el 8 de febrero de 1886.

Francisco Javier Estrada murió en la Ciudad de México en el año de 1905, ciego y sin haber sacado mayor provecho de sus inventos.

Como sabemos, poco después de la muerte de Estrada el país entró nuevamente en un periodo de guerras y conflictos, poco propicio para el desarrollo de actividades creativas. Así, la construcción de instrumentos en la UASLP hubo de esperar medio siglo para tener un renacimiento. De esto hablaremos el próximo domingo.

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