Hogar, dulce hogar

Sobre el género de los huracanes



Así como no todo lo que brilla es oro, no todo lo que está escrito es verdad, y esto es especialmente cierto cuando se trata de artículos científicos. De hecho, nunca podremos tener la seguridad absoluta de que una determinada teoría o hipótesis científica constituya una verdad absoluta –por más evidencias que existan en su favor– y siempre estará sujeta a que sea refutada por nuevos descubrimientos.

De este modo, al hacerse público, el resultado de una cierta investigación científica se expone al escrutinio de otros especialistas, quienes podrán refutarlo o confirmarlo de acuerdo a sus propias investigaciones. Sólo después de que un pretendido descubrimiento ha pasado por esta prueba de ácido es que es aceptado por la comunidad científica –aunque muy comúnmente no de manera unánime.

Si bien el debate científico se da por lo general en el seno de las revistas o congresos científicos, en algunos casos, por su impacto trasciende a los medios masivos de comunicación. Este es el caso de un artículo publicado la semana pasada en la revista de la “Proceedings of the National Academy of Sciences” por un grupo de investigadores de universidades norteamericanas encabezados por Kinju Jung del Departamento de Administración de Negocios de la Universidad de Illinois. En dicho artículo, Jung y colaboradores encuentran que, de manera sorprendente, los huracanes con nombres femeninos resultan en promedio más mortíferos que aquellos con nombres masculinos.

Como sabemos, a lo largo de la historia los huracanes en el Atlántico norte han producido grandes devastaciones y mortandades, tanto en la Antillas como en Centro América, México y los Estados Unidos. A partir de 1954, y con el objeto de evitar confusiones y facilitar las medidas preventivas para mitigar sus efectos, los huracanes fueron identificados con un nombre propio. Inicialmente se escogieron exclusivamente nombres femeninos. Esto, según algunos, como una referencia al hecho de que los huracanes son fenómenos naturales impredecibles.

En estas circunstancias y como era natural, con el tiempo se consideró que dar a los huracanes nombres exclusivamente femeninos tenía un carácter sexista y, a partir de 1979, éstos fueron bautizados alternadamente con nombres masculinos y femeninos. Por ejemplo, los primeros cuatro huracanes de la temporada 2014 del Atlántico norte que acaba de comenzar oficialmente el pasado 1 de junio son: Arthur, Bertha, Cristobal y Dolly.

Si hemos de atender a los resultados del trabajo de Jung y colaboradores, sin embargo, aun con los cambios de 1979 la nomenclatura de los huracanes mantiene connotaciones sexistas, aunque en un sentido diferente a las originales. En efecto, según el artículo de referencia, el grado de feminidad del nombre de un huracán, tal como es percibido de manera subjetiva, determina el grado de peligrosidad con el que dicho huracán es juzgado. Así, un huracán con el nombre de Victoria sería percibido como menos peligroso que otro bautizado como Víctor, aunque ambos fueran de la misma magnitud y peligrosidad.

Lo anterior obedecería a nuestros prejuicios culturales según los cuales la masculinidad está asociada a la fuerza y a la agresividad, en contraste con el comportamiento pasivo que atribuimos a la feminidad. De este modo, habría una tendencia a relajar nuestro estado de alerta ante un huracán con un nombre femenino, el cual tendemos a percibir con un grado de peligro menor al real. Esto explicaría el mayor número de fatalidades asociadas a los huracanes femeninos en comparación con los masculinos.

Estas conclusiones, sin embargo, no son compartidas por otros investigadores y se ha producido al respecto un debate público en el espacio de internet. Por ejemplo, Jeff Lazo del National Center for Atmospheric Research de los Estados Unidos considera que no hay una evidencia estadística suficientemente fuerte de que los huracanes femeninos sean efectivamente más mortíferos que los masculinos. Hace notar, además, que el estudio de Jung y colaboradores se llevó a cabo con huracanes en el periodo de 1950-2012, que incluye el periodo cuando los huracanes tenían nombre exclusivamente femeninos. Esto sería importante porque en esa época los huracanes producían en promedio más víctimas.

Lazo argumenta también que Jung y colaboradores incluyen en su conteo de víctimas fatales aquellas que murieron después del meteoro –por la caída de un poste de luz, por ejemplo– muertes en las que, obviamente, no tuvo nada que ver el género del huracán.

¿Son más mortíferos los huracanes del género femenino? El nombre que le tocó en suerte a un huracán dado no tiene, por supuesto, nada que ver con su grado de peligrosidad. Según Jung y colaboradores, sin embargo, los huracanes femeninos resultan más mortíferos que los masculinos por nuestros prejuicios sobre los respectivos atributos de ambos géneros. De ser esto cierto nos podríamos quizá hacer una idea a priori sobre la intensidad y peligrosidad de los primeros cuatro huracanes del Atlántico de la presente temporada: Arthur, Bertha, Cristobal y Dolly ¿cuál considera que será el más peligroso?

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