El primer laboratorio científico de la historia

Armas de destrucción masiva



Conforme pasan los días crece el número de víctimas fatales del terremoto ocurrido en Nepal el pasado sábado 25 de abril. Según el último reporte del gobierno nepalés, el número de muertos por el sismo sobrepasa los 6,800. Este número, sin embargo, con seguridad se incrementará en los próximos días en la medida en que se llegue a los poblados aislados en las montañas. En un comunicado emitido por el “United States Geological Survey”, 15 horas después de ocurrido el terremoto, se estimó que había un 52% de probabilidades de que el número de víctimas fatales fuera cuando menos de 10,000, cifra que, ahora sabemos, no estaba alejada de la realidad.

De hecho, se queda corta, según otras estimaciones más pesimistas. Por ejemplo, el geofísico Max Wyss, afiliado al “International Center for Earth Simulation” en Ginebra, Suiza, estima en 57,700 el número de víctimas fatales. Esta estimación guarda proporción con la magnitud del terremoto, que alcanzó una magnitud 7.8 en la escala de Richter, lo mismo que con el número de pobladores en la región afectada. Guarda también proporción con la fragilidad de las casas que habitaban. De acuerdo con Wyss, en la región que experimentó sacudidas símicas con una intensidad en la escala de Mercalli igual o mayor que 6 –que habrían causado daños serios a casas pobremente construidas– habitan 22.8 millones de personas. Wyss igualmente encuentra que 7 millones de personas habitan en el área que experimentó una intensidad 8 en la misma escala.

El terremoto tuvo un epicentro en un punto localizado a unos 80 kilómetros al noroeste de la capital Katmandú. Como sabemos, el norte del territorio de Nepal es atravesado por la cordillera Himalaya, que cuenta con nueve de las diez montañas más altas de la Tierra. La cordillera Himalaya se formó por la colisión de las placas tectónicas de la India y de Eurasia que se inició hace unos 65 millones de años. Hoy en día, la placa de la India continúa su movimiento hacia el norte, deslizándose por debajo de la placa de Eurasia a una velocidad de dos centímetros por año y elevando con esto la cordillera Himalaya. El movimiento relativo de las placas tectónicas de la India y de Eurasia provoca tensiones entre ellas que, al acumularse con el tiempo y llegar a un punto crítico, se liberan provocando terremotos como el del pasado 25 de abril.

Dicho sismo, además, tuvo la particularidad de ocurrir en un área conocida como brecha sísmica central, que se extiende por 700 kilómetros desde Katmandú en el este hasta el estado indio de Uttarakhand en el oeste, en la que no había tenido lugar un terremoto mayor en mucho tiempo. Según el geofísico francés Laurent Bollinger, la última vez que habría ocurrido un terremoto en dicha área fue en el año 1344, y si bien en lo que a esto respecta no hay un acuerdo unánime, se acepta que el tiempo ha transcurrido desde el anterior terremoto se mide en cientos de años.

Dada la ausencia por siglos de terremotos en la región de la brecha sísmica central y las consecuentes tensiones acumuladas a lo largo de este tiempo, los especialistas han considerado por décadas que la ocurrencia de un sismo de gran magnitud en dicha región era inevitable. En este respecto, por mencionar sólo un estudio reciente, un artículo publicado el pasado 12 de marzo por un grupo de investigadores en universidades en Australia y la India llega a la misma conclusión; esto, sobre la base de estudios geológicos llevados a cabo en Uttarakhand.

Y ahora, después de una larga pausa, el esperado terremoto finalmente llegó; aunque, según Laurent Bollinger, no con la suficiente intensidad –lo cual es, ciertamente, afortunado– para aliviar por completo la tensión acumulada por siglos. Así, Bollinger espera que se produzcan en el futuro sismos de gran magnitud; el cuándo estos ocurrirán, sin embargo, no puede ser determinado por la ciencia actual.

Si no podemos predecir con certeza cuándo ocurrirá un sismo, sí podríamos en principio mitigar sus efectos. De acuerdo con los expertos, el alto número de fatalidades producto del sismo del pasado 25 de abril –y, típicamente, de otros que ocurren en países subdesarrollados– está asociado a las deficientes técnicas de construcción de vivienda, que incluso habrían empeorado por la escasez de madera para construcción que impera en Nepal.

En un artículo publicado en 2013 en la revista “Science” por Roger Bilham de la “University of Colorado” y Vinod Gaur del “Centre for Mathematical Modelling and Computer Simulation” en Balgalore, India, hacen referencia a este problema. En su artículo –que de manera significativa titulan: “Edificios como armas de destrucción masiva”– Bilham y Gaur apuntan a los dos problemas fundamentales que están en contra de los esfuerzos para mitigar los efectos de un terremoto en los países subdesarrollados: la falta de recursos de buena parte de la población para la adquisición de materiales de construcción adecuados, y la falta de códigos de construcción anti sismos o bien su falta de aplicación por prácticas de corrupción.

Como bien sabemos, ambos problemas son de difícil solución. Para empezar a resolverlos, no obstante, quizá valdría la pena tomar conciencia que una casa o un edificio mal construido en una zona sísmica es, efectivamente, un arma mortal.

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