El primer laboratorio científico de la historia

Una bacteria de triste memoria



A lo largo del último siglo se ha más que duplicado la esperanza de vida de la población a nivel global. Un factor que contribuyó a este incremento fue el desarrollo de los antibióticos, que estuvieron a disposición del público a partir de la segunda mitad de la década de los años cuarenta, al término de la Segunda Guerra Mundial.

Mediante el uso de los antibióticos fue posible combatir bacterias que en el pasado causaron pandemias de grandes proporciones y que diezmaron a la población del mundo. Una bacteria de triste memoria en este sentido es la “Yersinia pestis”, causante de la peste bubónica, enfermedad que es trasmitida mediante la picadura de pulgas infectadas.

La primera pandemia de la que se tiene noticia causada por la “Yersinia pestis” es conocida como Plaga de Justiniano, la cual asoló el Imperio Bizantino en el siglo VI de nuestra era y durante la cual habría muerto el 40% de los habitantes de Constantinopla. La plaga continuó con posterioridad de manera intermitente hasta aproximadamente el año 750 de nuestra era.

Ochocientos años después la peste bubónica hizo una segunda aparición mayor en Europa; esta vez en la forma de la llamada Muerte Negra, con resultados aun más devastadores. Durante la Muerte Negra habrían muerto alrededor de 50 millones de personas. En los siglos que siguieron, la bacteria “Yersinia pestis” causó de manera intermitente otras epidemias, aunque de menores proporciones. Se le atribuye, por ejemplo, haber sido el agente infeccioso detrás de la “Gran Plaga de Londres” de los años 1666-1667, en la que habrían muerto 100,000 personas, un cuarto de la población londinense.

Por cierto, a causa de dicha plaga la Universidad de Cambridge tuvo que ser cerrada de manera temporal. Esto obligó a Isaac Newton, quien era estudiante en la misma, a refugiarse en su casa familiar en el pueblo de Woolsthorpe. Su estancia forzada fuera de la universidad, sin embargo, no impidió a Newton proseguir con su trabajo de investigación. Lejos de eso, durante los dos años pasados en Woolsthrope Newton desarrolló algunos de sus más importantes descubrimientos, incluyendo la ley que gobierna el movimiento de los planetas.

Regresando a acontecimientos más mundanos, la “Yersinia pestis” hizo un tercera aparición estelar en 1855, esta vez en China, extendiéndose después hacia otros lugares del mundo. La pandemia se prolongó hasta mediados del siglo XX y solo en China y la India mató a 12 millones de personas.

En la actualidad, si bien los antibióticos la mantienen bajo control, la “Yersinia pestis” aun se encuentra activa entre nosotros y puede ser trasmitida mediante el contacto con roedores infectados. Así, según el Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos, en lo que va del año 15 personas en ese país han sido infectadas por dicha bacteria, en cuatro casos con resultados fatales. Estos números, sin embargo, son pequeños, de modo que la una vez temible bacteria no representa hoy en día mayor peligro.

Por otro lado, si bien la “Yersinia pestis” ya no es de cuidado, sí puede todavía hacer noticia. Y en efecto, un artículo científico aparecido esta semana en la revista “Cell” afirma que esta bacteria ha vivido entre nosotros por bastante más tiempo del que se creía. Dicho artículo fue publicado por un grupo internacional de investigadores encabezado por Simon Rasmussen de la Technical University of Denmark, y en él se reportan los resultados de un estudio genético llevado a cabo con esqueletos humanos provenientes de diversos lugares de Europa y Asia, con antigüedades de varios miles de años.

El propósito del estudio fue el identificar rastros de la bacteria “Yersinia pestis” en los esqueletos, lo que indicaría que pertenecieron a individuos que murieron víctimas de la plaga. Estudiaron un total de 101 esqueletos, de los cuales 7 dieron resultados positivos. De éstos, en dos casos pudieron generar el genoma completo de la “Yersinia pestis”. Los restos más antiguos en los que pudo ser identificada la presencia de la bacteria pertenecieron a un individuo que murió hace 5,000 años.

Es posible, sin embargo, que en esa época la bacteria no fuera tan contagiosa como lo fue durante las grandes pandemias. Esto es debido a que, de acuerdo a Rasmussen y colaboradores, carecía del gen que a la versión actual le permite alojarse en el tracto digestivo de las pulgas. En esas condiciones las pulgas no pudieron ser una vía de infección y la enfermedad tendría que haberse trasmitido mediante el contacto directo con la sangre o la saliva de la persona infectada, lo cual la hace menos contagiosa. Una vez infectada una persona, sin embargo, el índice de mortalidad era muy elevado.

Así, de acuerdo con Rasmussen y colaboradores, hemos convivido –por lo general, de manera bastante incómoda– con la “Yersinia pestis” por varios miles de años. Y como resultado de dicha convivencia, según algunas fuentes, habrían muerto unas 200 millones de personas.

Hoy en día en que la bacteria no representa un problema mayor, lejanos nos parecen aquellos tiempos en los que podríamos haber muerto en el curso de unos pocos días a causa de una enfermedad cuyo origen quedaba en la más completa oscuridad. La experiencia tendría que haber sido escalofriante. Aunque al parecer no lo fue tanto para Isaac Newton.

Comentarios