Hogar, dulce hogar

Más nos valdría tener frío que tener calor



Una ojeada al mapamundi nos muestra que, si bien no de manera exclusiva, los países con altos ingresos per cápita tienden a estar situados en regiones frías del planeta. Es el caso, por ejemplo, de países del norte de Europa como Noruega, Suecia y Alemania. En el otro extremo, los países más pobres resultan estar localizados, de manera sistemática, en el continente africano, en donde las temperaturas promedio son sustancialmente más altas que aquellas del norte de Europa.

¿Hay una relación de causa-efecto entre el clima y el desarrollo económico y social? Esta relación hipotética, que corresponde a lo que se conoce como determinismo climático o determinismo geográfico, ha tenido defensores a lo largo de la historia, algunos de buena fe y otros no necesariamente desinteresados. Así, a manera de ejemplo, el determinismo geográfico fue muy útil a finales del siglo XIX para justificar la colonización por parte de los europeos de aquellas partes del planeta habitadas por razas y civilizaciones que consideraban inferiores por su situación geográfica desfavorable.

Las tesis sobre la influencia del clima en el desarrollo de las civilizaciones han sobrevivido hasta nuestros días y son del interés de algunos especialistas en la materia que emplean métodos de investigación rigurosos. Esto, en contraste con las opiniones prejuiciadas de los europeos colonialistas de hace un siglo.

Con relación a lo anterior, un artículo publicado en la revista “Nature” en octubre de 2015 por Marshall Burke, de la Universidad de Stanford, y Solomon Hsiang, y Edward Miguel de la Universidad de California en Berkeley, concluye que la temperatura ambiental es un factor que está directamente relacionado con la productividad económica de un país. El clima puede así considerarse como un “capital natural”, análogo al capital físico y al capital humano.

Los investigadores llegaron a esta conclusión al estudiar el desempeño económico de 166 países entre los años 1960-2010 y correlacionarlo con las variaciones de temperatura ambiental que cada país experimentó de manera azarosa a lo largo del tiempo de estudio. No se hicieron comparaciones entre países, sino que cada país se comparó consigo mismo a intervalos de dos años. De este modo, se determinó la productividad económica de los 166 países estudiados a lo largo de cada periodo de dos años, en función de la temperatura ambiental promedio a la que estuvieron expuestos en esos periodos.

Burke y colaboradores encontraron que dicha productividad económica es máxima para una temperatura ambiente de 13 grados centígrados. Por debajo de esta temperatura la productividad económica disminuye y lo mismo sucede, de manera acelerada, por arriba de la misma.

¿Por qué la productividad económica depende de la temperatura ambiente? Según Burke y colaboradores, algunos factores que afectan la productividad económica son dependientes de esta temperatura. Entre estos encuentra la productividad agrícola y la productividad de los trabajadores que puede disminuir a más altas temperaturas. De manera adicional, las altas temperaturas promueven enfermedades y conductas violentas que pueden afectar la productividad, según los investigadores.

Todo lo anterior adquiere una mayor relevancia en las condiciones de cambio climático y calentamiento global por la que atraviesa el planeta. De acuerdo con Burke y colaboradores, este cambio afectará de manera diferenciada a los países del mundo. Aquellos que tienen en la actualidad temperaturas ambientales promedio por debajo de los 13 grados centígrados verán aumentada su productividad económica en la medida en que avance el calentamiento global. En contraste, los países cuya temperatura promedio está ya por arriba de los 13 grados centígrados verán en el futuro su productividad disminuida. Los investigadores estiman que, dadas las tendencias actuales del calentamiento global, la productividad económica del mundo disminuirá en un 23% en el año 2100, con respecto a la productividad que se tendría de no haber un cambio climático.

De estar Burke y colaboradores en lo cierto, y habida cuenta que los países ricos tienden a tener en la actualidad menores temperaturas ambientales promedio que los países pobres, el cambio climático llevará a una mayor desigualdad entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado. Así, mientras que Noruega tendría un incremento en su producto interno bruto (PIB) per cápita de 250% en el año 2100, Nigeria vería una disminución del mismo en un 90% en ese mismo año. México estará del lado de los países perdedores y su PIB per cápita se reduciría en un 73%.

Así, el calentamiento global, que por global pensaríamos fuera democrático y afectara a todos los países por igual, no lo sería tanto y se ensañaría con los países pobres que son los que menos culpa tienen del cambio climático. Es decir, y como es frecuente, al perro más flaco se le cargarían las pulgas.

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