El primer laboratorio científico de la historia

Nuestra contribución a la posteridad



En la página web de la nueva administración federal estadounidense, bajo el encabezado “Un Plan Energético para América Primero”, se asienta que el entrante presidente norteamericano está comprometido a “eliminar políticas dañinas e innecesarias, tales como el Plan de Acción Climática y del Agua de los EUA”. Este plan establece políticas para atajar el calentamiento global con fuentes de energía menos contaminantes del medio ambiente y llevar al país hacia un futuro energético sustentable. En contraste, en el documento de la nueva administración estadounidense se privilegia el uso de los combustibles fósiles, aprovechando las vastas reservas de gas y petróleo de esquisto existentes en el territorio norteamericano, y no se hace mención alguna a energías limpias tales como la solar o la eólica.

No ha sido sorprendente el cambio de la política energética norteamericana dado que se sabía de antemano que el nuevo presidente no es un creyente en la existencia de una relación de causa efecto entre el calentamiento global y el uso de combustibles fósiles. Esto, sin embargo, es lo que acepta una mayoría abrumadora de científicos del clima, quienes sostienen que la evidencias que apoyan a esta relación son muy sólidas.

En efecto, si bien el incremento de la concentración en la atmósfera de dióxido de carbono –el principal causante del calentamiento global– muestra oscilaciones estacionales, el promedio anual de dicho incremento es paulatino y cada año establece una nueva marca. Así, según el observatorio de Mauna Loa en Hawaii, operado por la “National Oceanic and Atmospheric Adminstration” de los Estados Unidos, la concentración de dióxido de carbono en la atmosfera alcanzó el pasado mes de diciembre un valor promedio de aproximadamente 405 partes por millón, lo que representa un incremento de casi 1% con respecto al nivel medido un año antes. De manera concurrente, según la misma fuente, 2016 ha sido el año más cálido desde que se llevan estadísticas.

Y aun con esta evidencia de trasfondo, la nueva administración estadounidense no incluye de entrada un plan para el desarrollo de fuentes limpias de energía, las cuales tendrán necesariamente que prevalecer en el largo plazo si hemos de mitigar y superar el cambio climático. Hay que considerar, además, que las técnicas empleadas para la explotación del gas y el petróleo de esquisto –como el que existe en el subsuelo norteamericano– son motivo de muchas controversias.

Con relación a lo anterior, recordemos que en la medida en la que en algunos lugares del mundo se han ido agotando los yacimientos de petróleo y gas, se ha tenido que recurrir a yacimientos con un cada vez mayor grado de dificultad para su explotación, y en este contexto se tuvieron que desarrollar técnicas sofisticadas de extracción. En particular, para la explotación de los yacimientos de esquisto se desarrolló la técnica de fracturación hidráulica, o “fracking”, como se le conoce en inglés.

La fracturación hidráulica se aplica a yacimientos en los que el petróleo o el gas natural están alojados en rocas de baja porosidad, lo que dificulta o impide su fluir hacia la superficie. En estas condiciones, para la explotación de los mismos se hace una perforación vertical hasta alcanzar el yacimiento y a partir se prolonga con una perforación horizontal. Seguidamente, se inyecta agua a presión, en combinación con algunos agentes químicos y arena, con el objeto de fracturar la roca del yacimiento y de esa manera liberar el gas o el petróleo atrapado en el mismo.

Si bien la técnica de fracturación hidráulica tiene virtudes pues permite explotar yacimientos que son inaccesibles con técnicas convencionales, es también objeto de mucha controversia por la posible contaminación de los mantos acuíferos –que están a menos profundidad que los yacimientos de esquisto– por los fluidos inyectados al pozo que eventualmente regresan a la superficie.

De manera adicional, durante la explotación de un yacimiento de esquisto se producen fugas de gas metano –principal componente del gas natural– hacia la atmósfera y se sabe que el metano es un gas de invernadero muchas veces más potente que el dióxido de carbono. Así, el uso del gas y del petróleo de esquisto tiene que ser evaluado a la luz de las posibles fugas de metano hacia la atmósfera.

El consumo descontrolado de energía que hemos llevado a cabo a lo largo de los últimos dos siglos nos ha llevado a un conflicto profundo con el planeta. Para superarlo, debemos llevar a cabo un proceso de sustitución de combustibles fósiles por fuentes limpias de energía, proceso que será lento por necesidad. Entre más nos tardemos en desarrollar estas fuentes, sin embargo, nuestro conflicto con el planeta más tardará en superarse.

Vale quizá la pena terminar este artículo con una cita del ex presidente Obama, con la que abre el documento “Climate Action Plan”: “Es nuestra convicción que nuestras obligaciones como americanos no son solamente con nosotros sino con la posteridad. Responderemos a la amenaza del cambio climático sabiendo que si fallamos traicionaremos a nuestros hijos y a las generaciones futuras. Algunos todavía pueden negar el avasallador juicio de la ciencia, pero nadie puede evitar el impacto devastador de un fuego embravecido, de una sequía devastadora o de una poderosa tormenta”.

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