El primer laboratorio científico de la historia

Nada está asegurado



Como sabemos, la Revolución francesa llevó a cambios políticos y sociales profundos en Francia que llevaron a la abolición de la monarquía y a la instauración de la primera república. Sabemos también que el impacto de dichos cambios no se limitó a Francia sino que se extendió a otras partes del mundo, incluyendo a lo que es hoy la América Latina, y que contribuyó de manera importante al desarrollo de las democracias modernas.

Durante la primera fase de la Revolución francesa, ocurrida durante los años 1789-1791, el sistema de gobierno de Francia se transformó de una monarquía absoluta en una monarquía constitucional y entre otros cambios abolió el feudalismo y el pago de diezmos a la Iglesia. Dichos cambios fueron resultado de discusiones que se dieron en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente, la cual estaba compuesta por más de mil diputados representando al clero, a la nobleza y al Tercer Estado, formado éste último por los sin privilegios –campesinos, artesanos, comerciantes y mercaderes, entre otros habitantes urbanos–. El objetivo de los trabajos de la asamblea fue la de elaborar la primera constitución francesa.

Con la composición de la Asamblea Nacional Constituyente y dada la trascendencia de los temas tratados en la misma, no es difícil entender que las discusiones llevadas a cabo hayan tenido momentos difíciles. Si tomamos en cuenta, además, la tremenda polarización política y social que vivía Francia en esa época por la crisis de la monarquía de Luis XVI a la luz de la nuevas ideas propugnadas por la Ilustración, lo mismo que por la crisis financiera por la que atravesaba el gobierno por sus aventuras militares en el extranjero y la escasez de alimentos para la población.

Con el objeto de entender la dinámica del análisis y discusión de las propuestas llevadas a la Asamblea Nacional Constituyente por los diputados y su eventual adopción o rechazo, un grupo interdisciplinario de investigadores encabezado por Alexander Barron de Indiana University en los Estados Unidos llevó a cabo un estudio de 40,000 iniciativas sometidas para la consideración de la asamblea. Los investigadores aprovecharon las transcripciones de las propuestas que han sido digitalizadas electrónicamente, de modo que pudieron hacer un análisis de textos por computadora empleando técnicas sofisticadas.

Barron y colaboradores estaban interesados en determinar la novedad de cada una de las propuestas con respecto a otras sometidas con anterioridad, así como su trascendencia, medida ésta por su supervivencia en discusiones posteriores. Como resultado de su estudio, los investigadores encuentran una gran dispersión en cuanto a estos dos parámetros. Así, hubo iniciativas con una gran novedad pero que no lograron convencer a la asamblea y tuvieron poco impacto. Igualmente, hubo iniciativas poco novedosas pero que lograron permear en el ánimo de los diputados.

Encuentran, no obstante, que en promedio las iniciativas más novedosas tuvieron mayor probabilidad de trascender que aquellas con menos novedad y que, en promedio, los diputados tendieron a someter propuestas novedosas. Típicamente, según Barron y colaboradores, durante las discusiones los diputados de izquierda defendían propuestas novedosas, mientras que los conservadores oponían resistencia a las mismas.

Por otro lado, para maximizar el impacto de una iniciativa jugaron un papel importante las habilidades oratorias del diputado que lo presentó. Según Barron y colaboradores, entre los más exitosos en este respecto están Jerome Petión de Villeneuve y Maximilien Robespierre. En particular, en las condiciones como se llevaron a cabo las sesiones con más de mil diputados, los investigadores hacen notar que el volumen de la voz tendría que haber sido un factor importante, dado que en la época todavía no se inventaban los micrófonos eléctricos.

No obstante lo anterior, aun para aquellos diputados con pocas dotes para la oratoria existió una forma de contribuir a la revolución, pues Barron y colaboradores encontraron que no todas las ideas plasmadas en la primera constitución se originaron en discusiones en el pleno de las asamblea, sino en el seno de comités especializados formados con miembros de la misma. Esto quizá no resulta sorprendente si hemos de considerar las grandes dificultades que habrían surgido para trasmitir y discutir una iniciativa ante un grupo heterogéneo, y con intereses variados, de más de mil diputados.

Ciertamente, la discusión de un asunto trascendente puede llevarse a cabo de manera más racional en un comité de tamaño reducido, lo que, por otro lado, puede llevar a resultados que no necesariamente maximizan el beneficio público. Así, sería necesaria una discusión abierta. De un modo u otro, sin embargo, nada está asegurado si consideramos que Robespierre, que pertenecía al ala de izquierda más radical de la asamblea y que era muy exitoso en la discusión pública como lo demuestran Barron y colaboradores, en una etapa posterior de la revolución francesa encabezó el llamado Reinado del Terror, durante el cual fueron guillotinadas unas 40,000 personas.

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