El primer laboratorio científico de la historia

Explorando el pasado



Se sabe que en tiempos prehispánicos hubo contactos entre Mesoamérica y los pueblos que habitaron en el suroeste de los Estados Unidos y el noroeste de México. Una evidencia de dichos contactos la proporciona el descubrimiento de restos de recipientes de cerámica con residuos de cacao con una antigüedad de más de mil años en el sitio arqueológico de Pueblo Bonito en el estado de Nuevo México. Esto lo reporta un artículo publicado en el año 2009 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences de los Estados Unidos.

En base a dicho descubrimiento y dado que el cacao no se produce en Nuevo México sino en regiones tropicales, se concluye que existieron intercambios comerciales entre Pueblo Bonito y Mesoamérica que transportaron al cacao unos 2,000 kilómetros hacia el norte. Igualmente, los restos de plumas y huesos de guacamaya, así como las campanas de cobre que se han encontrado en los sitios arqueológicos del sureste de los Estados Unidos, proporcionan evidencias de contactos prehispánicos entre esta región y Mesoamérica.

Sabemos, por otro lado, que la turquesa fue una piedra muy usada en Mesoamérica para la fabricación de toda clase de objetos suntuarios y ceremoniales, incluyendo máscaras, brazaletes, collares, diademas, aretes y mangos de cuchillo. Los depósitos de turquesa en Mesoamérica, sin embargo, son escasos, y esto motiva la pregunta sobre cuál fue el origen de la turquesa empleada por los pueblos mesoamericanos.

Una posible respuesta a dicha pregunta es como sigue. Los expertos saben que, en contraste con Mesoamérica, en el suroeste de los Estados Unidos y el noroeste de México hay minas de turquesa que fueron explotadas en épocas prehispánicas. Estas minas pudieron ser la fuente de la turquesa mesoamericana que habría sido transportada por mercaderes unos 2,000 kilómetros hacia el sur, siguiendo una ruta comercial que en sentido inverso habría llevado hacia el norte cacao, guacamayas y campanas de cobre, entre otras mercancías.

El argumento ciertamente suena razonable, habida cuenta además que en esa época, si bien había fronteras políticas, no había muros entre los hoy territorios de México y los Estados Unidos que obstaculizaran el tráfico de personas y mercancías. Un artículo aparecido esta semana en la revista Science Advances, sin embargo, desmiente el argumento con datos duros. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores de universidades en los Estados Unidos y del Instituto Nacional de Antropología e Historia de nuestro país, encabezado por Alyson Thibodeau de Dickinson College en Pensilvania.

Thibodeau y colaboradores se propusieron averiguar la procedencia de la turquesa empleada por los aztecas y los mixtecos y para este fin llevaron a cabo un estudio con un total de 43 azulejos, 38 provenientes del centro ceremonial de Tenochtitlan, en su mayoría del Templo Mayor, y 5 de origen mixteco, a los que midieron las concentraciones de isótopos de estroncio y plomo.

Para entender la utilidad de medir dichas concentraciones hay que notar que la concentración de estos isótopos en la turquesa depende de las características geológicas del lugar en la que se encuentra su yacimiento. De este modo, la concentración de isótopos en una muestra dada podría dar una indicación de su lugar de procedencia.

De su estudio, Thibodeau y colaboradores concluyen que las concentraciones de isótopos de estroncio y plomo en los azulejos mexicas y mixtecos son significativamente diferentes que aquellas que corresponden a muestras de turquesas obtenidas de yacimientos en el suroeste de los Estados Unidos. Esto desmiente la hipótesis de que la turquesa mesoamericana proviene de dichos yacimientos.

Los datos de Thibodeau y colaboradores, sin embargo, no les permiten determinar con certeza el lugar de procedencia de la turquesa empleada por mexicas y mixtecos, pues no se han localizado en el área de Mesoamérica yacimientos de turquesa para compararlos con los azulejos prehispánicos. Al respecto, no obstante, los investigadores hacen notar que el hecho de que no sea posible localizar actualmente yacimientos de turquesa en lo que fue Mesoamérica no significa que no existieran en el pasado, pues pudieron haberse agotado por sobrexplotación.

Si bien Thibodeau y colaboradores desmienten una hipótesis largamente aceptada sobe el origen de la turquesa que fue empleada en el México precolombino para la fabricación de las obras de arte que nos asombran en los museos, el misterio sobre dicho origen está aun sin resolverse. Esto, por supuesto, no es de sorprender, dado el tiempo que ha pasado desde que dichas obras de arte fueron creadas.

Por el contrario, lo que sí es sorprendente es que después de una guerra de conquista y destrucción de un modo de vida, podamos averiguar que la turquesa con la que fue fabricado un azulejo por un artista en Tenochtitlan hace más de 500 años no pudo provenir de una mina localizada a una distancia de 2,000 kilómetros.

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