Hogar, dulce hogar

Medidas controvertidas



Imaginémonos en un caluroso día de verano -de los que cada vez hay más, por el bien conocido fenómeno del calentamiento global- en una habitación con grandes ventanales cerrados por los que ingresa abundante radiación solar. Es posible, a menos que dicha habitación cuente con clima artificial, que la temperatura en su interior alcance un valor demasiado alto para nuestro confort. El fenómeno físico por el cual esto ocurre -llamado efecto invernadero- es bien conocido y en términos simplificados se explica como sigue.

Puesto que las ventanas son transparentes, permiten el paso de los rayos solares al interior de la habitación, en donde son absorbidos por las paredes y por otros objetos que encuentren a su paso. Esto da como resultado un incremento en la temperatura, tanto de dichos objetos como de la habitación misma. Por otro lado, es un hecho físico bien conocido que cualquier objeto, por el mero hecho de estar a una cierta temperatura, emite radiación infrarroja y con esto tiende a enfriarse. La intensidad de la radiación emitida, además, es mayor en cuanto más alta sea dicha temperatura. De este modo, la temperatura que alcanza la habitación se alcanza por un balance entre la energía solar que entra por las ventanas y aquella que se escapa a través de las mismas. Sucede, sin embargo, que el vidrio de las ventanas no es trasparente a la radiación infrarroja emitida por los objetos y esta no puede abandonar la habitación. La temperatura de la habitación tiende entonces a elevarse.

Por lo demás, ciertamente no necesitamos tener un conocimiento profundo de los fenómenos físicos que originan el efecto invernadero para poner remedio a nuestra incómoda situación en el interior de la habitación con las ventanas cerradas en medio del verano caluroso. Así, un recurso a nuestro alcance es abrir las ventanas para que de este modo pueda escapar la radiación infrarroja, al mismo tiempo que se intercambia el aire de la habitación con el aire del exterior.

Suponga, no obstante, que las ventanas están selladas y no es posible abrirlas. En este caso, una solución alternativa -si bien menos efectiva que la anterior- es bajar las persianas y de este modo bloquear el ingreso de la radiación solar a la habitación.

Valga lo anterior para introducir el concepto de geoingeniería solar, que es el tópico de este artículo y que surgió como una posibilidad para mitigar los efectos del calentamiento global que aquejan al planeta. Como sabemos, la creciente emisión de gases de invernadero está generando un incremento paulatino de la temperatura de la superficie de la Tierra por la acumulación de dichos gases en la atmósfera.

El mecanismo por medio el cual se produce dicho incremento es análogo al efecto invernadero en nuestra habitación con las ventanas cerradas. En el caso del calentamiento global, la habitación corresponde a nuestro planeta, mientras que el vidrio de las ventanas lo constituyen los gases de invernadero en la atmósfera. Estos gases permiten el paso de la radiación solar y bloquean la radiación infrarroja emitida por la superficie de la Tierra, que de otro modo se perdería en el espacio. El incremento sostenido en la concentración de gases de invernadero ha hecho cada vez más acusado dicho bloqueo, y esto ha llevado a un incremento paulatino en la temperatura de la superficie de la Tierra.

La solución más natural para remediar el calentamiento global es, por supuesto, dejar de emitir o reducir la emisión de gases de invernadero a la atmósfera. Como esto no se ve factible en el mediano plazo, sin embargo, se ha pensado en soluciones alternativas. En cuanto a éstas, no es posible “abrir ventanas” y dejar que la radiación infrarroja emitida por la superficie de la Tierra se disipe en el espacio. En cambio, sí es posible, “bajar las persianas” para reducir el ingreso de radiación solar a nuestro planeta y esto es lo que plantea la geoingeniería solar.

Una alternativa que plantea la geoingeniería solar contempla dispersar en las capas altas de la atmósfera gases o partículas que reflejen parte de la radiación solar y limitar de este modo su ingreso hasta la superficie de la Tierra. Se sabe que esto es posible por algunas erupciones volcánicas que han arrojado a la atmósfera grandes volúmenes de partículas que se han mantenido en el aire por un par de años y que han modificado el clima de la Tierra. Una de estas erupciones fue la del volcán Pinatubo en Filipinas, que en junio de 1991 arrojó a la atmósfera grandes cantidades de dióxido de azufre que produjeron, hacia finales de 1992, una reducción global de temperatura por 0.5 grados centígrados.

Las propuestas de le geoingeniería solar, sin embargo, son altamente controvertidas. Por un lado, el clima del planeta es un sistema tan complejo que por el momento no es posible anticipar con seguridad cuáles serían los posibles efectos colaterales de intentar modificar el clima a nivel global. Por otro lado, los estudios por computadora concuerdan en que el colocar una capa reflejante de la radiación solar en la atmósfera llevaría a una reducción en las precipitaciones pluviales y por consecuencia a una menor disponibilidad de agua potable a nivel global. Igualmente, se anticipa que se afectaría la capa de ozono, la producción agrícola y se incrementaría la acidificación de los océanos.

No obstante, y en medio de la controversia, hay quien está considerando de manera seria a la geoingeniería solar, si no como la solución al cambio climático, sí como un paliativo para el mismo. A pesar de que sería equivalente a tomar píldoras para adelgazar para seguir comiendo como siempre. Sin atacar la raíz del problema, que es la creciente emisión de gases de invernadero a la atmósfera.

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