Hogar, dulce hogar

Un experimento de cuidado



En el prefacio de su novela “Frankenstein o el moderno Prometeo”, publicada en 1818, Mary Shelley escribió: “Pasé el verano de 1816 en los alrededores de Ginebra. La temporada estaba fría y lluviosa, y por las noches nos amontonamos alrededor de un fuego de leña ardiente, y ocasionalmente nos divertimos con algunas historias alemanas de fantasmas que cayeron en nuestras manos. Estos cuentos despertaron en nosotros un juguetón deseo de imitación. Otros dos amigos y yo accedimos a escribir cada uno una historia basada en un hecho sobrenatural”. Refiere así Mary Shelley las circunstancias que dieron origen a la novela por la que es más famosa.

El año de 1816 fue particularmente frío, con un descenso promedio en la temperatura global de aproximadamente medio grado centígrado. La alteración climática fue a tal grado severa que 1816 que es conocido como el “Año que no tuvo verano”. Los expertos explican que todo esto fue debido a que en los años previos ocurrieron una serie de erupciones volcánicas que arrojaron grandes cantidades de contaminantes a la atmósfera que bloquearon parcialmente la radiación solar. La última de dichas erupciones fue la del Monte Tambora en Indonesia, ocurrida en 1815.

En el verano de 1816, Mary Shelley, coincidió por varios días con Lord Byron y otros escritores en una casa alquilada a orillas del lago Ginebra en Suiza. El tiempo frío y lluvioso debido a la alteración climática los obligó a resguardarse de manera permanente en el interior de la casa, circunstancia que dio origen, además de “Frankenstein y el moderno Prometeo”, a una novela de horror inconclusa de Lord Byron y a la novela corta “El vampiro” de John William Polidori, otro de los asistentes a las veladas obligadas a orillas del lago Ginebra.

Como Mary Shelley y sus colegas lo experimentaron en su tiempo, la temperatura del planeta puede ser sustancialmente modificada por la emisión de gases y polvo volcánico a la atmósfera. Doscientos años después experimentamos esto en carne propia, si bien mediante la emisión de gases diferentes a los arrojados por el Monte Tambora que elevan, más que disminuyen, la temperatura global.

Tomando en cuenta lo anterior, cabe preguntarse si es factible que el actual calentamiento global pudiera ser contrarrestado empleando técnicas de geoingeniería solar que inyecten a la atmósfera gases que produzcan el efecto contrario al de los gases de invernadero. La respuesta de los expertos es que nadie sabe si esto pudiera hacerse de manera segura. Es decir, los fenómenos atmosféricos son de una complejidad tal que resultaría muy peligroso intentar modificar el clima a escala global por los efectos colaterales, difíciles de anticipar, que se podrían producir, incluyendo una alteración en los patrones de lluvias a lo largo del planeta.

Aun así, algunos científicos del clima están interesados en investigar las posibilidades que tendríamos de modificar el clima del planeta empleando técnicas de geoingeniería. El argumento es que, aún si no se pusieran en práctica, es necesario conocer el potencial que ofrecerían dichas técnicas, dada la lentitud con la que el mundo está adoptando medidas para limitar la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera.

En este sentido, un artículo aparecido el pasado 19 de febrero en la revista de divulgación científica, MIT Technology Review, firmado por James Temple, destaca el proyecto que actualmente tiene en curso Frank Keutsch en la Universidad de Harvard para estudiar formas para reflejar la radiación solar antes de que llegue a la superficie terrestre. Keutsch y su grupo planean enviar una serie de globos que inyectarían en la estratósfera un polvo fino de carbonato de calcio y estudiarían su dispersión y habilidad para reflejar la radiación solar. Posteriormente experimentarían con otro tipo de partículas, incluyendo ácido sulfúrico.

Los experimentos de geoingeniería solar, sin embargo, tienen críticos. Uno de éstos es Wil Burns, citado por Temple, quien considera que “los desafíos de gobernar una herramienta de este tipo son inmensos: un solo país podría realizar geoingeniería solar por sí solo, pero todos los países se verían afectados…y no podemos saber qué ocurrirá realmente a escala planetaria”.

Así, si bien para Mary Shelley y sus colegas las molestias del encierro fueron pasajeras, pues como concluye en su prólogo: “El clima, sin embargo, de repente se volvió sereno; y mis dos amigos me dejaron de viaje en los Alpes”, para las futuras generaciones los efectos negativos de la geoingeniería solar podrían ser sustancialmente más duraderos. Y sin que haya garantía de que tengamos ganancias literarias.

Comentarios

  1. Felicidades por el blog, y poner al aire en estos días el tema, de una manera tan amena y sustentada en datos científicos e históricos.
    La hipótesis de la geoingenieria, si así nos atrevemos a llamar al conjunto de propuestas que están siendo propuestas y gradualmente sometidas a pruebas en escalas limitadas por investigadores de NatGeo, es quizá lo mejor que tenemos a"la mano", pues los líderes globales no parecen atreverse a autocuestionarse sus intereses en pro de un bienestar global. Está por supuesto el conocido movimiento global, vale la pena darle seguimiento, y buscar adherirnos.
    Mil felicidades por abrir este blog, Alfonso!

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