El primer laboratorio científico de la historia

Mundos raros



Dado el enorme número de planetas con condiciones parecidas a la Tierra que orbitan alrededor de estrellas en la vecindad de nuestro sistema solar, muchos especialistas consideran que el desarrollo de vida inteligente en mundos extraterrestres debe ser algo común. De hecho, a lo largo de muchos años se han llevado esfuerzos para detectar señales de radio enviadas por una civilización tecnológica fuera del sistema solar con el objeto de alertarnos de su presencia; sin éxito hasta el momento, en forma desafortunada.

¿Cuál podría ser el aspecto físico de los posibles seres inteligentes de otros mundos? No hay elementos en los que pudiéramos basarnos para aventurar una hipótesis al respecto. Ciertamente, no los hay, por ejemplo, para apoyar la diversidad de aspectos físicos que podemos apreciar entre los parroquianos de la cantina interestelar que aparece en la película “La guerra de las galaxias”. Entre estos podemos ver personajes con cabeza grande, sin pelo y con ojos almendrados, así como otros con cabeza que recuerda a la de un reptil, o bien con un cráneo rematado con una especie de cuernos dobles apuntando hacia arriba.

La pretensión de “La guerra de las galaxias”, por supuesto, es solamente servir como entretenimiento y de ninguna manera presentar posibilidades, con un cierto apoyo científico, para el aspecto físico que tendrían los hipotéticos habitantes de otros mundos. De hecho, casi todos los parroquianos de la cantina tienen un aspecto humanoide, con dos piernas y dos brazos, además de que mantienen una posición erguida, características todas que no podemos asegurar tendrían los nativos de otros sistemas solares, para los cuales la evolución podría haber tomado un camino diferente.

En efecto, como comenta el zoólogo Arik Kershenbaum de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido en una entrevista aparecida en la publicación en línea “Quanta Magazine” el pasado mes de marzo: “Tenemos cuatro extremidades solo porque descendemos de un pez con cuatro aletas que salió del agua hace casi 400 millones de años. Fácilmente podríamos haber tenido seis extremidades, o incluso ocho, si la historia evolutiva hubiera sido diferente”.

Por lo demás, si bien es fascinante y divertido imaginar el aspecto que tendrían nuestros vecinos interestelares en el supuesto de que existieran, el ejercicio no deja de ser simplemente una especulación. Y no dejará de serlo hasta que no tengamos información convincente al respecto, lo cual posiblemente no ocurra en un futuro inmediato.

En materia de noticias interestelares, sin embargo, no todo resulta negativo -aunque no tan espectacular como es lo concerniente a los extraterrestres-, si hemos de considerar un artículo publicado esta semana en la revista “Nature Communications” por el astrónomo Siyi Xu del centro de investigación NORILab de la Fundación Nacional de la Ciencia de los Estados Unidos y el geólogo Keith Putirka de la Universidad Estatal de California. En dicho artículo, Putirka y Xu reportan los resultados de una investigación llevada a cabo para averiguar la composición química de planetas en nuestro entorno interestelar.

Los planetas motivo del estudio en realidad ya no existen, sino que en algún momento fueron engullidos por sus respectivas estrellas, desintegrándose en su atmósfera. De este modo, los elementos químicos que componían un planeta dado se diluyeron en la atmósfera de la estrella que lo capturó, que se convirtió así en una “estrella contaminada” con elementos químicos diferentes al hidrógeno y al helio que le son propios.

La contaminación de una estrella por la captura de un planeta resulta para nosotros un hecho afortunado, pues mediante el análisis químico de su atmósfera podemos saber cuál era la composición química del planeta capturado. Y en ese sentido, después de estudiar las atmósferas de 23 estrellas contaminadas, situadas en un radio de 650 años luz en torno al sol, Putirka y Xu encuentran algunos planetas con composiciones químicas similares a los de los planetas rocosos de nuestro sistema solar. La composición de la mayor parte de los planetas rocosos estudiados, sin embargo, es exótica y ajena a nuestro entorno planetario. De hecho, los investigadores tuvieron que crear nombres para clasificar los compuestos inusuales que encontraron.

Las estrellas a nuestro alrededor pueden entonces albergar mundos extraños: planetas rocosos diferentes a los que encontramos en nuestro sistema solar. Falta averiguar si estos mundos albergan también formas exóticas de vida, incluyendo vida inteligente. No necesariamente con dos piernas y dos brazos.

Comentarios

  1. Como siempre amena introducción, que sorpresa, por lo menos para mí, que existan o hayan existido planetas similares en gran número, recuerdo de algunos cálculos probabilísticos ,

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